agosto 15, 2008

Las hamburguesas de la Negra Crucelina

Si alguna vez, mientras caminan en la noche por la 9 de Octubre, sienten que su estómago hace ‘guru guru’, avancen hasta la calle Antepara y encontrarán la solución a su problema: la carreta de hamburguesas de la Negra Crucelina. A simple vista parece un puesto de comidas común y silvestre, pero lo que no saben es que dentro de esas cuatro paredes rodantes se encuentra un paraíso urbano de sabores.


Mi querida compañera de travesías culinarias y yo nos dirigimos hacia la famosa carreta de hamburguesas –con curiosidad por supuesto– en busca de nuevos sabores que lograsen calmar a nuestros ansiosos y exquisitos paladares. Tomamos las precauciones necesarias, ya que esa zona es, como diría mi buen amigo Daddy Yankee, ‘barrio fino’. Despojadas de nuestros más valiosos bienes (celulares y reproductores de mp3) llegamos a la carreta, guiadas por nuestro instinto felino. Nos tomó muy poco tiempo averiguar la nueva dirección a donde se había trasladado Crucelina con su puesto de comida rápida. Al llegar, observamos a un grupo de personas (hombres en su mayoría) agitar ansiosos sus fichas de colores, productos claros de la lucha contra la viveza criolla, porque sirven, dentro del mundo culinario de la Negra Crucelina, para marcar el turno de recepción de las hamburguesas.

Un gorro blanco de chef en la cabeza y un canguro amarrado a su cintura identifican a la flamante Negra Crucelina. “¡Quince! ¡Quince! ¡El turno quince!” va cantando Crucelina a las personas para que se acerquen a retirar su hamburguesa. Una gigantesca obra maestra envuelta en una no tan higiénica funda es despachada con rapidez y poca cordialidad. Los clientes fijos ya se han acostumbrado a este trato, porque dicen que es una manera de marcar diferencias entre el consumidor y el dueño. Personalmente lo encontré intimidante, pero no me iba a ir sin haber pasado mi lengua sobre una de esas bestias hechas de carne.

Al lograr dar el primer mordisco –acción algo difícil para aquellos que tenemos la boca pequeña y aparatos de ortodoncia– se experimenta inmediatamente una fusión de sabores no imaginados pero de algún modo esperados. El ingrediente secreto, el famoso chimichurri, invade la lengua de a poco. Las salsas típicas que acompañan a todas las hamburguesas contrarrestan el sabor ‘verdoso’ y ‘herbal’ del chimichurri. Luego de tres mordiscos la cosa se pone buena. Con ansias y deleite se llega al centro de la hamburguesa, y se puede saborear la esencia del vulgar trozo de carne que hace pocos minutos se encontraba congelado y envuelto en una funda sucia, debajo de los panes, que a su vez, estaban debajo de la hornilla.


Después de pocos minutos, la hamburguesa se incorporó a nuestro cuerpo y se alojó en los famosos rollitos que solo pueden eliminarse con cirugía plástica. Nos encontramos satisfechas y con ganas de criticar y elogiar a tan famoso puesto de hamburguesas. La Negra Crucelina no sonríe, pero en este caso, nos envía una sonrisa desde lejos y continúa su trabajo.

Si alguna vez, mientras caminan en la noche por la 9 de Octubre, sienten que su estómago hace “guru guru”, ya saben lo que les está pidiendo.







Dirección: Calle 9 de Octubre y Antepara


Por: Estefanía Carlier

1 comentario:

Ernesto Yitux dijo...

jajaj buenas esas hamburguesas... no me batracees el barrio que no es tan feo jajaja slaudos