septiembre 10, 2008

Viveza Criolla


La Sra. Metrovía vuelve al ojo del huracán… porque cuando se está apurado, no hay nada mejor que perder la cabeza dentro de ella.

Hora pico, calor, impaciencia y una larga fila; la combinación perfecta para desquiciar a cualquiera. Me encontraba en la estación de la Biblioteca Municipal con prisa, como todos. Primer problema; la fila que me llevaría hacia mi ansiado destino (Terminal Río Daule) competía con las largas piernas del famoso Margarito, se enrollaba, se daba la vuelta y continuaba hasta desaparecer en los caminos infinitos de las calles de Guayaquil. Yo soy paciente, pero cuando la situación se torna pegajosa e insoportable, acostumbro soltar ciertos sonidos guturales que alertan a los más cercanos de que estoy perdiendo la cabeza.

Mientras trataba de desviar mis pensamientos hacia otros temas más interesantes, un joven, tirado a jefe de pandilla, salsero y rocolero (no tengo nada contra esos géneros musicales, es más, suelo disfrutarlos), pagó su pasaje, se cruzó frente a todos los que hacíamos fila y se osó a darle un golpe en la cabeza al guardia de turno (lo llamaré guardia #1). Ese golpe, según mi sexto sentido, se puede traducir en: “Mira locosh, yo soy bacán y me paso la fila”. He aquí el segundo problema.

Este sujeto ingresó primero y triunfal al bus que tanto tiempo nos había tomado esperar. ¿Se podrá llamar a esto viveza criolla? La primera persona que se percató de lo que ocurría fue el segundo guardia de turno (guardia #2), un flaco y nervioso joven que no sabía cómo actuar. Lo entiendo, porque armado solamente de un tolete, no se puede hacer milagros. No digo esto para incitar al uso de armas como objeto de represión, pero, en este caso, una buena dosis de electricidad hubiese facilitado las cosas. En cuestión de segundos, el flaco guardia # 2, se internó entre el mar de gente que camuflaba el reconocimiento del sujeto chévere, para retirarlo del bus, por faltarle al respeto al guardia, y ya de combo, por haberse pasado la fila. Wow, dirán ustedes, ¡ése sí que es un guardia! Lamento decepcionarlos pero las cosas no se dieron fácilmente, porque aunque la idea fue acertada, no contaba con lo necesario para realizarla. Y sí, el pequeño y frágil guardia no pudo con el sujeto agresor.



Hago un paréntesis para describir la situación que se vivía mientras el guardia #2 intentaba lograr su acometido. La metrovía estaba detenida, atrás de ella, pitaban tres buses más, con pasajeros desesperados por abordar y desembarcar (sí, cual barco) de los buses respectivos. El tráfico estaba paralizado, porque como sabemos, si juntamos a tres metrovías, formamos un culebrón gigantesco, que logró colapsar el tráfico de las dos cuadras previas. Un caos total, algo así como el Olimpo sin Zeus.

Retomando la pelea guardia #2 vs. sujeto agresor, los pasajeros que tenían impedido el paso de ingreso hacia el bus donde el sujeto estaba siendo reprendido, empezaron a acalorarse. Una señora que había permanecido tranquila, gritó: “¡Oye caretuco, baja!, ¡Bájenlo! ¡Lo que pasa es que está emperrado y no quiere quedar mal!” La gente estaba molesta, era evidente. De todas las frases que rondaron mis oídos, la mejor fue ésta “Ya bájenlo a ése que es perro de Nebot”. ¡Que ironía! La obra cumbre de nuestro alcalde no llega todavía a darle inmunidad, ya que de todas maneras es achacado. Entiendo el malestar, porque lo compartí, y estuve a un pelo de ir en ayuda del guardia para bajar de la oreja al terco e intransigente sujeto implicado en el metrovicidio. La desfachatez de este sujeto era increíble, se negaba rotundamente a bajar y negaba haber golpeado al guardia. Lástima que nadie tenía una cámara a la mano en el momento del vandalismo.

El reloj seguía corriendo, ya habían pasado veinte minutos desde que el sujeto se pasó la fila y entró en el bus. El chofer del bus estaba desquiciado, cerró y abrió las puertas más de cinco veces. De repente, llegaron los refuerzos, al estilo CSI, dos guardias más, flacos, cabe recalcar. Ingresaron a la metrovía corriendo, y cuando ya se disponían a sacar al forajido, o al menos eso parecía, las puertas de la metrovía se cerraron, el bus arrancó y dejó atrás una nube de monóxido de carbono, incertidumbre y quejas.

Consejo: Si alguna vez pierde la cabeza dentro de la ya popular metrovía, no dude en llamar al 2-140453, para consultas y sugerencias, y por qué no, halagos a Nebot.








Por: Estefanía Carlier