diciembre 21, 2008

Milan Kundera


Lamento haber demorado tanto en esto. Dudo de si llegue a ser aceptable (creo en la primera parte se logró algo de lo que sería la voz de Kundera), pero lo intenté. Con esto ponemos de nuevo en marcha a Las ocho y cuarto.

"Sentía que la idea de las tripas de Dios era una blasfemia".

Entrevista [1]. II PARTE

¿Le preocupa la proliferación de la subliteratura en la posmodernidad?

Más que preocuparme, me aburre. A las personas les gusta leer novelas con finales felices, en que los protagonistas sufren en manos de los demás, pero gracias a su perfección, logran salir adelante, encontrar la felicidad. Historias que tienen sucesiones de hechos que servirían para un montón de cuestionamientos, terminan siendo una colección de moralejas [léase la terminación como despectiva]* ajenas a la realidad del individuo.

Moralejas como “Cuando te propones algo, todo el universo conspira para que lo logres”… Me limitaré a afirmar que frases así son irreales y aburridas. Las personas que llegaran a asumir cosas así con convicción no son de piel, sino de papel o porcelana. Muchas buenas obras dejan de publicarse porque la tendencia de los lectores se inclina hacia el kitsch.

¿Qué es el Kitsch?

‘Kitsch’ es una palabra alemana que puede ser usada en diferentes contextos. Uno de ellos es el arte, pero asumo que lo que viene al caso en este momento es el kitsch como cosmovisión. Así que, bueno, echaré mano a La insoportable levedad del ser, donde le dedico un capítulo entero: el kitsch es lo contrario a la mierda. A la mierda en sentido figurado.

Qué útil resulta hablar de sentido, porque precisamente es el sentido que ha dado la gente a la mierda: todo aquello que es contrario a la moral, todo lo que no debe ser, lo que no es propio del bien.

Cuando yo era niño y hojeaba el Antiguo Testamento adaptado para chicos y adornado con grabados de Gustav Doré, veía ahí a Dios sobre una nube. Era un anciano, tenía ojos, nariz, una larga barba, y yo me decía que, si tenía boca, debía comer. Y si come, también tenía que tener tripas. Pero aquella idea me asustaba porque, aunque era hijo de una familia mas bien no creyente, sentía que la idea de las tripas de Dios era una blasfemia. Sin ningún tipo de preparación teológica, espontáneamente, comprendí desde niño la incompatibilidad entre la mierda y Dios, y de ahí, cuan dudosa resulta la tesis básica de la antropología cristiana según la cual el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Una de dos: o el hombre fue creado a semejanza de Dios y entonces Dios tiene tripas, o Dios no tiene tripas y entonces el hombre no se le parece. Los antiguos gnósticos lo sentían igual que yo cuando tenía cinco años. Valentín, gran maestro de la Gnosis en siglo segundo, decía para resolver este enrevesado problema que Jesús 'comía y bebía, pero no defecaba'. La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. Dios les dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que al fin y al cabo no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre”. [2]

Es decir, ¿el kitsch es una santurronada?

Sí, algo así. Las sociedades crean su propia mierda, y se encargan de difundirla y condenarla. Ahora sonaría demasiado forzada la frase de Valentín: “Jesús comía y bebía, pero no defecaba”, pero ello no significa que no existan otras maneras de alienar, y lo que es peor: que haya otras fuentes. Cuando las ciencias empezaron a abrirse paso, la Iglesia empezó a perder poder desde las trincheras del razonamiento, pero de todas formas surgieron nuevos entes alienantes: el estado es uno de ellos, la propaganda es otro.

Más allá de lo que creamos sobre ellos, lo que debería importarnos es un cuestionamiento acerca de qué es lo malo y qué lo bueno. Ello nos llevaría al siguiente dilema: ¿Quién lo decide? Y así nos vemos devueltos a los entes alienantes. Todo un círculo vicioso.

Para responder a la pregunta, un buen ejemplo de kitsch, ya traído a colación, es la novela rosa: todo un montaje de estereotipos que, según las esferas que dominan la opinión pública, son lo que debería ser de la sociedad.

De la novela rosa se puede leer que la felicidad es el objetivo a seguir por el ser humano. Y los hombres la persiguen. Pero ‘felicidad’ es un término tan vago que no podemos hablar de una fórmula matemática en torno a ella. Esta locución podría ser útil: “nube de color de rosa”. La aristocracia francesa de finales del Siglo XVIII vivía en tal cosa, seguían comiendo y emborrachándose en sus fiestas descomunales, mientras en las calles de París se gestaba la Revolución Francesa. Eso sí que es enajenación. Qué levedad insoportable. 8.1/4
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[1] Ficticia, por supuesto
[2] Fragmento de La insoportable levedad del ser



Por: JM.CabreraKozisek

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No he terminado de leer el libro que se cita, pero puedo decir esto al respecto:

Que un niño piense que la idea de las tripas de Dios era una blasfemia, es curioso. ¿Tendrá algo que ver la famosa frase "no cojas, eso es caca" que muchas madres usan para hacerle entender a sus hijos que algo está mal o que no deben seguirlo haciendo? No sé que pensaba yo a esa edad, pero bueno, eso es otro cuento. Pensar que Dios comía, bebía y defecaba, no es para nada aterrador ni blasfemante. Es mas, me parece del todo normal. Lo aterrador sería que "según las escrituras", Dios fuese una especie de alienígena emperifollado, que no se rebaja al nivel de los humanos, en el acto de defecar. De muchas otras cosas se le culpa/involucra a Dios [pobreza, injusticia, malos gobiernos] pero hasta ahora, la más interesante ha sido esta: la mierda.

Johnnie Negro dijo...

La mierda y todo lo que le rodea puede conformar una escatológica metáfora sobre la relación entre Dios y el hombre, a saber: La mierda sirve como chivo expiatorio de los errores de Dios, en tanto se asuma que, como dice Valentín, el Hijo de Dios come y bebe, pero no defeca. Es decir, Dios creó al hombre, pero no a la mierda. El hombre es el encargado de crear la mierda. ¿Podríamos decir que la única creación eminentemente humana es la mierda? Más allá de esta segunda cuestión, casi puedo escuchar a Dios gritándoles desde su nube a los palestinos y los israelitas: "Yo no soy el responsable de sus mierdas".
Buena entrevista ficticia.