agosto 22, 2008
agosto 16, 2008
Entre días tristes y días virtuales: Martha Chávez y sus letras
La oportunidad se daría entre el 95 y el 96, con el taller de escritura dirigido por Fernando Itúrburu en la Universidad Católica, pero Martha, al igual que sus compañeras de taller María Leonor Baquerizo, Carolina Portalupi y Déborah Zúñiga, tenía deseos de más. La solución a la problemática: ir a tocar la puerta del maestro Miguel Donoso Pareja. El reto: lograr que Miguel aceptase volver a dirigir un taller literario. El resultado: 4 años en el taller y dos libros de cuentos publicados.
La experiencia de pertenecer a este nuevo taller dejó en Martha el hábito de ser disciplinada a la hora de escribir. Se dice que el escritor es un ente sin nociones del tiempo, desordenado y bohemio. Martha demuestra ser todo lo contrario. Hay muchos que sostienen poder escribir sólo cuando se está frente al computador y durante la noche; Martha lo hace siempre y en su cabeza, pues "la presencia de la idea -del relato a narrarse- es lo que ayuda; crea una bola de nieve que sigue dando vueltas en la cabeza y en todos lados" y permite continuar la historia hasta que sea el momento de ir a casa a escribir.
La cantidad de conocimiento que sus palabras irradian es fascinante. El taller de Miguel -su escuela en las letras- fue el espacio que la hizo asumir su propia labor: la de escritora. Si de ventajas del taller hay que hablar, Martha recalca que la función más importante es que desarrolla la autocrítica. "Miguel ayuda -agrega- a cada uno a desarrollarse a su ritmo propio, sin fórmula ni seguir ningún patrón".
Martha alterna su actividad literaria con su empleo. Trabaja en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) en el departamento de Inglés. Se dedica a la cátedra de esta lengua desde que tenía 17 años y, a pesar del tiempo transcurrido, aún recuerda la emoción del primer cheque cobrado y -enfrentémoslo- quién en esta vida sería capaz de olvidar la sensación de poder que el primer cheque laboral brinda. "Era de 2,500 sucres" recuerda entre miradas que van dirigidas a ella misma a través del tiempo.
Rememorar emociones pasadas y recrear aquellas que nunca han existido es uno de los mayores retos del quehacer literario. Un escritor escribe sobre lo que conoce, sobre su cultura y sus experiencias. Y ya que hablamos del pasado, Martha recuerda su primer encuentro con la literatura. En el sexto grado del Colegio Americano de Guayaquil se le asignó elaborar un reporte sobre un libro, el que ella quisiera. Heidy le llamó la atención, pues existía -en aquel entonces- una serie basada en la obra. La proximidad entre el texto literario y la propuesta audiovisual de Heidy generó la molestia de sus compañeros, pues ella sacó 100 y la culparon de haber hecho trampa. Martha ríe al recordar esto.
Las constantes de los textos de Martha son situacionales, según ella nos confiesa. "Hay listas pequeñas de lo que se escribe" y, para ella, lo importante es la atmósfera de nostalgia o desarraigo en las diversas situaciones que se pudiesen presentar; lo inaprensible en cualquier sentido y contexto, en definitiva.
Martha está próxima a publicar su primera novela y una tercera colección de cuentos.
Un poco más sobre Martha Chávez Negrete:
--> Ella junto a sus compañeras de taller fueron las responsables de hacer que Miguel Donoso Pareja volviese a su labor en talleres literarios.
--> Tiene dos libros de cuentos publicados: Precisando el sentido (1999) y Uno de estos tristes días virtuales (2004)
--> Entre tantos escritores, tantas variables que se pueden presentar al momento de elegir una obra o un apellido para sacar un libro de la biblioteca, Martha siempre regresa a Borges y a Cortázar.
--> Uno de sus cuentos favoritos es Carta a una señorita en París de Julio Cortázar, pues marca humorísticamente la transición de lo fantástico y lo real cuando el protagonista vomita conejitos.
--> De los autores nacionales, prefiere a Abdón Ubidia, Pablo Palacio, Solange Rodríguez Pappe y María Gabriela Alemán.
--> Cinco libros recomendados por Martha: El mundo de Julius de Bryce Echenique; Hojas de hierba de Walt Whitman; Un tal Lucas de Julio Cortázar; Las Metamorfosis de Ovidio y Tres novelitas burguesas de José Donoso.
Por: NikhoZ
Milan Kundera
"Los comunistas eran más listos, pero sufrieron un ataque de neurosis colectiva".
8.1/4. Kundera (derecha) es persona desde 1928.
Primero haría falta establecer algo: En los pocos datos biográficos que se pueden encontrar de Milan Kundera en la Internet y en las contratapas de sus libros, aparecen un par de cosas que se pueden relacionar directamente con la vida de Ludvik Jahn, protagonista de La broma, primera novela de Kundera, y ganadora del premio de la Unión de escritores checoslovacos en 1968.
La broma está contada a manera de monólogo por 4 personajes distintos en 7 partes. Los 4 monólogos de Ludvik aparecen intercalados con los de los otros, que alcanzan a tener sólo uno por cabeza. En esos monólogos, Ludvik va contando cosas que empatan con los datos de Kundera: la expulsión del partido, los trabajos de obrero, el jazz.
¿Se planteó alguna vez que los monólogos de Ludvik Jahn son un abanico de datos autobiográficos?
Por supuesto. De hecho, ésa es una denuncia de cómo estaban las cosas en Checoslovaquia por esos años. Como afirmo en El libro de la risa y el olvido, me parece que los comunistas eran más listos, y que tenían un plan en que todos encontrarían su lugar, pero lamentablemente sufrieron de un ataque de neurosis colectiva, y eso terminó en un sistema de control de los individuos, si se puede hablar de individuos en un estado comunista, totalmente represivo. Yo fui uno de los que injusta, o más bien innecesariamente, cayeron en desgracia por ello.
¿En qué consistía ese sistema de control de individuos?
Oh, era muy sencillo. Los que se mostraban opuestos al régimen tenían la opción de firmar un papel en el que se retractaran. Como había muchos ‘ojos del rey’ en las calles, había que cuidar lo que se decía. Era casi una cacería, y los encargados de informar quiénes eran los ‘traidores’ habían adquirido una capacidad especial para leer entre líneas y escuchar cosas comprometedoras, aunque estuvieran en medio de la marcha del Primero de Mayo. Los que se negaban a firmar, tenían un futuro asegurado en las obras o como choferes de camiones, lugares donde los únicos que los podrían escuchar serían otros ‘traidores’.
¿En quién piensa cuando habla de ‘traidores’?
En Slansky y Clementis. Los checos extraños, los que admiran a Hitler por su despliegue propagandístico, talvez encuentren interesante la desaparición de Clementis del cartel de la proclamación de la república comunista. En la foto oficial, él y Klement Gottwald estaban en un balcón frente a la Plaza Vieja de Praga. Pero cuatro años más tarde fue condenado a la horca. De él sólo quedó el gorro que le había puesto en la cabeza a Gotwald, el presidente, por el frío que hacía. Fue una movida de propaganda de gran escala.
En sus obras, cuando un personaje tiene la posibilidad de retractarse en sus críticas al sistema, al comunismo, nunca lo hace. ¿Por qué esa fijación con no dar el brazo a torcer?
Esa decisión era precisamente eso: no dar el brazo a torcer. Quiero decir: estos personajes tienen convicciones fuertes: Ludvik envía una carta a Marketa, su novia, en la que dice “El optimismo es el opio del pueblo”, despechado porque el entusiasmo de ella la ha llevado a escribirle poco y pretender quedarse en los campamentos de las juventudes comunistas. Y ella lo denuncia. Sin embargo, él no cree que la carta sea nada terrible, piensa que ha sido sólo una broma. Pero lo que en realidad lo hace abstenerse de retractarse, de la salida fácil, no es la fuerza de sus convicciones, sino el hecho de no querer humillarse ante los demás. A pesar de ser condenado a varios años en obras dirigidas por militares, Ludvik no les da el gusto a los camaradas.
En sus años como obrero, los suyos, no los de Ludvik Jahn, ¿Escribió algo?
Podía escribir. Sí podía, pero era mejor no hacerlo, y no lo hacía. Los militares habrían sospechado que hacía algo raro. La libertad de los obreros de esa clase es reducida. Sin embargo, a lo que no me resigné fue a dejar de leer. Siempre les mostraba los libros que tenía a mis compañeros de cuarto, pretendiendo enseñarles cosas esenciales de la literatura. Y para mí lo más importante era el humor. Siempre les mostraba las historias de Panurgo, y había una en particular que les agradaba y que a mí me parece humor puro, perverso, pero puro:
"Panurgo se enamora de una señora a la que quiere hacer suya a toda costa. En la iglesia, durante la misa (¿no es esto todo un sacrilegio?), le dirige escabrosas obscenidades (que hoy, en Norteamérica, le costarían ciento trece años de prisión por acoso sexual) y, cuando ella se niega a escucharlo, él se venga esparciéndole en la ropa la secreción sexual de una perra en celo. Al salir de la iglesia, todos los perros de los alrededores corren tras ella y le mean encima. Aunque los obreros fueran personas con una moral campesina más bien conservadora, no había, en su risa, la mínima condena para con el acosador verbal y urinario; adoraron a Panurgo. Sigo oyendo esa hermosa risa que expresaba a la vez por ese pudor una ternura casi maravillada. Estaban encantados con las obscenidades que Panurgo dirigía a la señora en la iglesia, pero estaban igualmente encantados con el castigo que le infligía la castidad de la señora, quien, a su vez, para el mayor regocijo de mis compañeros, quedaba castigada por la orina de los perros. Con el corazón en un puño, pienso en el día en que Panurgo dejará de hacer reír". [2]
Continuará... 8.1/4
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[2] Fragmento de Los Testamentos Traicionados
Por: Cabrera